La paz interior del corazón de la mujer sensible
- Paloma González
- 4 may
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 7 may
Existe una paz interna, natural e íntima de la que poco se habla. Un susurro divino que nace desde lo profundo de nuestro diseño femenino, donde nuestra verdadera esencia despliega sus pétalos a su propio ritmo y emana la luz que vino a compartir con el mundo. Una paz que honra la naturaleza e inteligencia universal.

Con el tiempo, he comprendido que este desconocimiento sobre la verdadera esencia de la paz se debe al limitado entendimiento que muchas mujeres tienen sobre su naturaleza humana y femenina, pero sobre todo, sobre la esencia más pura de la vida: la ciclicidad. Verás, el mundo nos presenta a la paz interior simplemente como un estado de calma y serenidad. Si bien estas características son parte del cultivo de nuestra paz interna, he descubierto que no representan la totalidad de este concepto. Porque la verdadera paz interior radica en la aceptación.
La paz interior de la que te hablaré hoy no depende de las circunstancias vitales ni del mundo exterior. Es una paz perdurable, no temporal, porque está enraizada en la verdad. En la verdad de nuestra naturaleza humana, en los ciclos de la vida y en el diseño natural de nuestra esencia femenina.
Observo que hay muchas mujeres que se sienten perdidas, agotadas, ansiosas y desconectadas de su ser en la cotidianidad de sus días. Son mujeres que saben que algo está mal, pero aún no logran nombrarlo o verbalizarlo. Su intuición y alma les hablan a diario, pero en el apuro de su día a día, las constantes distracciones y el poco entendimiento del lenguaje de su cuerpo les impide entenderse y recibir estos mensajes que están disponibles para ellas aquí y ahora. Sin embargo, si se permitieran habitar esa incomodidad sin tener que resolverla —simplemente sintiéndola desde la presencia—, estos mensajes, síntomas y señales que vienen desde los adentros de su cuerpo y su ser, pudieran comenzar a revelarse, enseñándoles el camino de regreso a casa, a su verdadera esencia.
Mucho de este desbalance entre alma, mente y cuerpo nace de la falta de presencia. Del no comprender cómo funciona nuestro cuerpo humano y el no poder reconocer los requerimientos evolutivos que necesitamos para funcionar óptimamente y disfrutar de una mejor calidad de vida. Comprender nuestro cuerpo, ya sea desde la perspectiva psicológica, biológica y espiritual, nos libera. Nos libera no desde la "optimización", sino desde la comprensión de lo que ya somos y de lo que podemos hacer de manera sencilla en el día a día para nutrir nuestro cuerpo, mente y alma, y no ir en contra de nuestra condición humana.
Por ejemplo: honrar las necesidades básicas del cuerpo humano —como el movimiento, los alimentos nutritivos, la exposición al sol, el contacto con la naturaleza, la socialización con personas que nutren nuestra alma y el respeto a nuestro ritmo circadiano— hace una gran diferencia y requiere muy poco de nosotras. Solo necesitamos ser conscientes de nuestras elecciones diarias. Es decir, presencia.
Al practicar esto diariamente, sin presión pero con consciencia de nuestro cuerpo, ese estado de paz interno y holístico del que te estoy hablando se vuelve más accesible y sostenible. No surge desde la obligación, sino desde el respeto por lo que sabemos que nos beneficia. Esto nos permite reconocer intuitivamente los desequilibrios en nuestro cuerpo sin caer en bucles de pensamientos negativos y limitantes, que solo alimentan un sentido de carencia o la idea de que hay algo intrínsecamente mal en nosotras.
Cuando comprendes el funcionamiento básico de tu cuerpo, reconoces que es un sistema altamente inteligente con el que puedes relacionarte desde el amor, la compasión y la presencia, sin necesidad de juzgar o sobre-identificarte con tus síntomas. Al final, el cuerpo solo busca cada día regresar a un estado de homeostasis. Aunque suene complejo, es simple.
Esto es lo que nadie te dice...
La paz interior sostenible nace de aceptar nuestra naturaleza humana y sus limitaciones.
Si bien es cierto que el ser humano está lleno de potencial, como muchos afirman, también es verdad que vivimos en un mundo material y tridimensional que obedece a leyes universales y biológicas. Hasta que no aceptemos esta verdad y dejemos de huir de nuestra propia humanidad, no podremos alcanzar esa paz interna perdurable que yo he observado en mi propia vida. Porque el bienestar no se trata de estar perfectamente saludable, sino de comprender nuestra naturaleza humana: vuelve a leer esta oración.
Todo lo que sentimos como mujeres y humanas está bien, porque todo nace de la misma fuente creadora e inteligente que nos ha traído hasta aquí.
Vinimos al mundo a experimentar nuestra humanidad no a intentar "solucionarla".
Vivir en armonía con el hecho de que somos humanas y de que nuestro cuerpo nació para morir, literal y simbólicamente, nos libera. Es mediante la comprensión y aceptación de nuestra humanidad que vamos liberándonos de aquellos "debería ser" que hemos adoptado del entorno. Y que en su mayoría nos desconectan no solo de nuestra humanidad, sino también de nuestra esencia femenina.
La paz interior del corazón de la mujer sensible
El corazón de la mujer sensible no busca un camino lineal trazado por otros que se base meramente en objetivos tangibles y medibles. Nuestra esencia sensible y femenina está diseñada y se inspira al nutrir, sostener y crear desde las profundidades de nuestras aguas internas, manteniendo plena confianza en el misterio y la magia de la vida. A nosotras nos mueve el significado, la intencionalidad y el placer de ver cómo, en la cotidianidad de nuestros días, estamos creando recuerdos, historias, familias y comunidades que trascienden cualquier meta puramente racional y dependiente de un tiempo específico. Hay algo en la esencia femenina que nos permite ver más allá del velo y nos deja saber que la vida de lo que verdaderamente se trata es de vivirla. Que es en la simpleza de un abrazo, una buena conversación, una caminata en la playa y el olor natural de nuestros perros (o hijos) donde más vivas nos sentimos. Que el "legado" no es algo por lo que ir "en busca de", sino una forma de vivir en la cotidianidad. Porque el corazón de la mujer sensible sabe que el propósito de vida no está relacionado con la productividad, sino que está intrínseco en el mero hecho de estar viva.
La mujer sensible busca vivir desde la presencia, con suavidad y apertura a recibir lo que está disponible y moviéndose en sus adentros momento a momento. Es precisamente la aceptación y el reconocimiento de esto lo que le permite comenzar a pausar, descansar y escucharse sin sentirse culpable o que hay algo intrínsecamente mal en ella. Al contrario, es en la pausa, el silencio y la confianza en que lo que ya ella ha sembrado se está nutriendo, lo que le permite escuchar los susurros de su alma a través de la intuición, los mensajes de su cuerpo al reposar en el sentir, los síntomas y las emociones que le visitan, y reconocer su voz auténtica al permitirse ser y descubrirse orgánicamente en el aquí y ahora. Sin forzar, controlar ni resistir.
Es en el entender la esencia cíclica de la vida, la humildad de saber que no todo estará bajo su control y el reconocer que Dios es el mayor creador, donde ella puede reposar en su verdadera esencia con confianza. Es ahí, en esa entrega, donde cualquier miedo se reconoce como información en movimiento y no como dictador de su verdad. Porque es en el arraigamiento y la plena confianza de la verdad —la vida es cíclica, somos seres biológicos y cósmicos y, Dios es la fuerza superior que lo sostiene todo— donde ella se permite florecer a su propio ritmo y nutrir las raíces de su ser para dar frutos que emanen de su integridad y receptividad femenina.
Somos cíclicas como la vida misma. Es en el entender cómo nuestro cuerpo funciona sin obsesionarnos o volvernos adictas a resolver, optimizar y sanarlo todo, en la comprensión de lo que significa nuestra esencia femenina y poder honrarla por lo que es —ni más ni menos— y en el poder descansar y confiar en nuestro ser y el misterio de la vida, lo que nos permite cultivar una paz interior más profunda.
Con amor,
Paloma
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